VIOLENCIA SEXUAL

La violencia sexual en Panamá es uno de los delitos con más alta incidencia en el país. Lamentablemente la misma está asociada a la cultura del cuerpo, visto únicamente como objeto, que es algo predominante en muchas partes del mundo y que sobresale en América Latina; así como a la necesidad de dominación de una persona sobre otra.

Ligada como está a la cultura, se tiende a señalar a la víctima, que prefiere evitar la denuncia por temor a la vergüenza y a las repercusiones en el entorno doméstico, aún en casos de personas menores de edad que muchas veces son obligadas a callar, olvidar y aceptar al agresor que se encuentra en su entorno cercano; situaciones que incrementan el daño para la persona que ha sufrido esta tragedia.

Una imagen que se repite en múltiples lugares es la de la existencia de altas cifras ocultas de los distintos tipos de violencia sexual. Algunos de estos tipos son más débiles en cuanto a sus posibilidades de ser investigados como son los casos de acoso sexual y los actos libidinosos; en el primero por la dificultad probatoria ante la forma en que actúa el autor que suele buscar la soledad, y en el segundo, por ser tantas veces sus víctimas menores de edad incluso en etapa de educación primaria, periodo en que por la poca claridad que existe en el tratamiento de temas considerados tabú, no comprenden los hechos o sucumben fácilmente a amenazas y manipulaciones.

Además, estos son delitos que frecuentemente se minimizan si la víctima es una persona adulta, en gran medida, por la falta de comprensión de que, tanto al acto llamado “libidinoso” como el acoso sexual, pueden ser la antesala a una violación.

Por otro lado están los delitos sexuales que ocurren de formas poco conocidas o difundidas como la de “violación en cita” o date rape, como se conoce en inglés. En esta situación el agresor está convencido que invitar a salir a una mujer significa que los gastos de esa cita deben serle retribuidos con sexo y si la víctima se niega, tomara lo que cree que le corresponde por la fuerza.  Posterior a ello, cae sobre la víctima el juzgamiento social,  y el haber aceptado una invitación del que se convirtió luego en su agresor termina posicionándola ante la comunidad como culpable de su propia violación.

Los patrones culturales operan en contra de la víctima, aún en los casos en que hay denuncias porque en el ámbito de justicia la víctima es muchas veces, culpabilizada por jueces y defensores(as) de los agresores; humillada por los métodos inhumanos de atención y ridiculizada por el personal que la atiende, y en múltiples ocasiones por descripciones en los medios de comunicación que, aunque sin nombre, son explícitas y la obligan a revivir lo padecido.

Dentro de la gravedad de la violencia sexual y las problemáticas que encierra, requiere mucha atención la deconstrucción de patrones culturales que culpabilizan a la víctima y excluyen a la agresor.

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.